martes, 30 de mayo de 2017

BABOVO

Partimos en una mañana fresca y despejada del pueblito Souhia donde habíamos pernoctado. Pronto llegamos a Zinimirea y desayunamos una tortilla y un café.

Continuamos por este Sur de Rumanía, cerca del Danubio pero sin llegar a verlo. Se suceden los pueblos y aldeas. Estamos un poco cansados de responder " hello" a cada niño, son muchos y están atentos al paso de los viajeros. Vamos en dirección a Giurgiu, las casas van mejorando de aspecto, es rural pero parece que el ladrillo está moviendo un poco la economía, se ven casas con pretensión y Preyslerismo.


En Giugiu, tras 75 kms en las piernas y 31 Leí en el bolsillo conseguimos que nos dieran de comer una ensalada y una hamburguesa basura en un sucedádeneo llamado Domynos.


Habíamos decidido continuar hacia Constanta por la ruta más recta; ésta pasa por el sur del Danubio, en Bulgaria. Había que ir a Ruse, una ciudad industrial y portuaria situada en la otra orilla a Giurgiu.
Un chofer de camiones que tiene una pequeña agencia y que hablaba bien español nos indicó un lugar en Ruse donde poder cambiar unos 30 euros de moneda serbia que nos quedaban, necesitábamos moneda búlgara.


Cruzar el puente fue toda una odisea, no está pensado para bicicletas. Los tráilers resoplaban a nuestra popa porque ocupamos deliberadamente el carril durante todo el trayecto, primero cuesta arriba y luego tras coronar, hacia abajo, a buena velocidad pero sin conceder el carril.. Si no nos hubieran pasado rozando contra la estructura metálica del puente, largo de 1km aproximadamente.
Juan dice que a las recomendaciones de la gente no hay que hacerle mucho caso. Conseguimos cambiar el dinero en un chiringuito de cambio justo tras el puente, ya en Bulgaria, sin necesidad de entrar en la ciudad de Ruse. Desde allí continuamos por una doble vía ancha que va hacia Sílistra, pedaleando a tope con ganas de salir de esa vorágine y volver a alguna carreterita secundaria.
Aquello no paraba, los coches seguían pasando a 150kms/h y nosotros en bici. Tras unos kms de sube y baja, la doble vía se convirtió en ida y vuelta de un carril y los coches y camiones continuaban a la misma velocidad. Sin ningún arcén la opción de continuar por allí era temeraria, era cuestión de tiempo tener un accidente.
Hemos viajado en moto por muchos países, pero jamás hemos tenido una sensación de vulnerabilidad tan grande, continuar estaba siendo temerario. De pronto, una furgoneta blanca nos pasó rozando literalmente a más de 130 kms/h. Decidimos tirar la toalla. Yo a mi madre le dije que iba a ser prudente y aquello era correr un peligro innecesario, sin sentido, cuando se supone que veníamos a recorrer una vía ciclable europea.
En España hay desprecio por el ciclista pero en estos países te consideran lo mismo que a un mosquito que se estrella en el parabrisas. Te dicen " hello" cuando pasas y te pueden invitar a comer para luego atropellarte cuando vas por sus carreteras.
Seguimos teniendo una mentalidad de a ver quien la tiene más grande, la picha, el coche o la cartera. Una mentalidad testosterónica que no hace ningún bien al planeta ni a quienes lo moran. Por favor, más civismo y respeto, menos gilipolleces en las escuelas e institutos. Aquí también, los adolescentes están desarrollando un móvil en una de sus extremidades, la otra la usan para tocarse los huevos, como allí....
Se impone la misma mierda para todo el mundo occidental, ese que llaman desarrollado, los vídeos Mtv, o mierda electro latina cantada en español retrasado y moñas, los mismos pantalones rotos, el mismo corte de pelo de futbolista. Se impone la uniformidad, estética y mental, los 40 principales...en Rumanía hay una gran música y sus jóvenes ni se van a enterar, la van a perder. En Serbia lo mismo, en un bar modernito, tipos de 2x2 metros, los soldados más temibles del mundo, con una cara de malos que acojona, enfundados en su chandal y moviendo el pie y su cincelado cabezón al son de "despasito.....despasito".
Al borde de la carretera, con desesperación y sin saber cómo salir de allí, de aquel infierno, continuamos pedaleando a poca velocidad por el borde de unos campos sembrados. Cuando acabó esa opción, ya que aran hasta el borde de las carretera sin dejar ni un camino, continuamos andando, empujando las bicicletas por el borde izquierdo de la carretera.
En un puesto de fruta nos detuvimos y comimos unas fresas. Al lado sembraban con un sistema casi arcaico. Hablamos con aquella gente amable un rato.



La cartografía descargada en el gps nos permitió explorar alguna opción alternativa por caminejos entre campos. A veces recuperamos el track cuando se alejaba de la carretera general.


Esta zona de Bulgaria está muy cuidada y ordenada, no se ve decadente, casas y aldeas con cerezos en sus puertas, todo está limpio......y cómo conducen.


Tras 115 kms, alguno por sembrados y un par de ellos andando llegamos a un pueblo muy acogedor, sereno, bonito. Hablamos con un par de jóvenes en inglés y fuimos a tomar una cerveza al bar, con idea ya de quedarnos por allí.
Siempre levanta curiosidad en uno de estos pueblos pequeños la llegada de algún viajero y también el ejercicio de la hospitalidad.
Dimos con una gente que no olvidaremos, a pesar de las barreras del idioma. A partir de ese momento nuestra visión del día, del viaje, se volvió más amable y positiva, menos desesperada. Cenamos, tomamos cerveza y grapa, o un licor típico búlgaro y conseguimos que alguien, ya de noche nos llevase en su furgón 30 kms más adelante para evitar una zona insalvable de la temible carretera general. Todo esto en un perfecto italiano practicado con Milen, uno de los anfitriones. Gracias también a Anni, Nikki y Stanimir. La cena costó exactamente la cantidad que teníamos de dinero de Bulgaria.


Una hora más tarde, Anatoli  Vasilev, un carpintero de 120 kgs y 1'90 mts que hablaba italiano, nos dejó, tras recibir los últimos 10 euros que nos quedaban, al borde de la carretera junto a algo que intuimos es una zona de acampada y desde donde os escribo. Son las 8 de la mañana, aún no he sacado la cabeza de la tienda.
Hoy seguiremos con la misma política de mantenernos alejados de esas carreteras y cerca de la gente.
La furgoneta que nos pasó rozando era el mismo modelo que la de Anatoli. Paradojas....

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