sábado, 27 de mayo de 2017

CALAFAT

No he tenido ganas de escribir hasta ahora y me pongo a ello porque una tormenta nos tiene detenidos  bajo la tejavana de una tienda bar en una aldea llamada Rast. Estamos ya en Rumanía.

Ayer por la mañana abandonamos la escuela en Serbia y pronto abordamos una carreterita fuera de la general. Subíamos y bajábamos entre árboles y aldeítas, los pájaros celebrando una preciosa mañana. Hace bien salir de los lugares transitados por los coches. Hoy el camino es solo para nosotros.
Paramos a desayunar en Negotin y salimos de nuevo por la campiña del este de Serbia. En una subida con casi todo metido me sorprendí cantando un blues que se iba improvisando a medida que avanzaba. En el alto, los agentes de una patrulla de policía que se encontraba estacionada salieron del coche al oírme llegar. Pusieron cara de flipaos y volvieron al coche.




El tema a medida que descendíamos se iba jazzeando. Me sentía bien, por contra hay muchos más momentos de malestar en un viaje, desasosiego, tristeza, contrariedad, incomodidad, cansancio, nostalgia.
Al llegar a un pueblito yo seguía cantando.  Paramos a coger agua y una señora desde la puerta de su jardín nos ofreció café. Ser positivo es un arte difícil de manejar pero estoy seguro que funciona. Mi alegría sincera, a un nivel de intangible energía, propició la espontánea hospitalidad de una señora que ni nos conocía ni nos volvería a ver.
A media mañana entramos en Bulgaria tras pasar los trámites en la aduana.
Una extraña fuerza invisible retorcía todo lo construido por el hombre en esta parte del país. Los campos y las flores permanecían intactos, pero las casas, sus columnas, sus tejados, sus puertas, sus cristales, tienen tendencia a acortar la distancia entre sus extremos, como si coriolis se expresara incluso en los elementos sólidos, es decir, todo está como reventado, ajado, las caras también, los perros más sucios. Pero los coches, por contra, más grandes, más señoriales, más gordos, aparcados junto a los establos.
Según escribo me doy cuenta que estoy más relajado. El ritmo del viaje me posee y acepto con tranquilidad que no podemos rodar ahora, llueve y llueve. Hace unos días hubiese dado vueltas como un oso en una jaula.
Ayer a las 14:00 cruzamos el puente que pasa desde Vidin en Búlgaria a la ciudad Rumana de Calafat, empapados tras rodar 80 kms.



Acordamos quedarnos en Calafat. Juan encontró una habitación por 77 Lei. Si aún no hemos tenido acceso carnal entre nosotros con tanto lujo ya no lo tendremos.




Duchados y vestidos fuimos a un cajero a sacar dinero. En el proceso de extracción decidí cancelar la operación pues, al cambio, había solicitado 2200 Lei en vez de 220. Pronto llegó un sms de mi banco indicando una operación de 502 euros y no había salido ni un céntimo. El cajero quedó fuera de servicio. Por supuesto el banco estaba cerrado y es fin de semana. Los de mi banco me dicen que hable con mi sucursal. Será el lunes. La naiba!!!
Hoy tras unos primeros kms rápidos con viento a favor hemos parado a desayunar en Poiana Mare. En este trayecto los colores que predominan en los pueblos son pardos, similares, las puertas, las ruedas de los carros, madera vieja, sombreros gastados, casas sin pintar. Incluso el uniforme nacional, el chandal, es de tonos sombríos. En ese fondo sepia, en las tienditas, destellan las botellas de refrescos de naranja, limón, juguetes de plástico made in China, colores vivos que sugieren la modernidad y el desarrollo, una vida de comodidades como la que les muestran por la tele. Y es verdad.



Es impresionante lo que está lloviendo. Seguimos bloqueados bajo la tejavana. Un perro se quita las pulgas bajo la mesa.
Estos rumanos son muy joviales. Fuman, beben alcohol de alta graduación y juegan a una especie de dominó llamado remi.




No para de llover. Dónde está en esta tierra la esperanza?


ESPACIO ZARRIO




3 comentarios:

  1. ayer nos acordamos de ti. fuimos Nuri y yo al festival de jazz de Torrelodones. primera edición y un rayo de esperanza en este páramo cultural que es la sierra madrileña. Escuchamos embobados a Moisés Sánchez. Impresionante pianista; hacía tiempo que no asistía a algo de ese nivel, sinceramente a la altura de un Mehldau sin ningún complejo. No solo una banda de máquinas con el instrumento, sino sobre todo, un concepto musical impresionante y fresco. Salimos contentos por la música y estas coas te hacen sentir un atisbo de esperanza, no todo está perdido, no todo es Bustamante, Pablo Motos y Bertín. ánimo por esas tierras.

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    1. No he tenido oportunidad aún de escuchar la buena música que hay en Rumanía. Moisés es flipante, universal, descubre unos paisajes alucinantes.

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  2. Ánimo y mas ánimo, lleváis ya muchos kilómetros en vuestras piernas y eso tiene que ser duro. Desde aqui os mandamos toda nuestra energía !! tus sobrinas y la gorda de Luna te esperan para que les cuentes esta gran aventura !! Besos.

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